Durante siglos las mujeres fueron médicas sin título. Excluidas de los libros y la ciencia oficial aprendían unas de otras y se transmitían sus experiencias entre vecinas o de madre a hija. La gente del pueblo las llamaba “mujeres sabias”, aunque para las autoridades eran brujas o charlatanas.
Bárbara Ehrenreich y Deirdre English, en Brujas, sanadoras y comadronas.
Las mujeres del presente, hijas del patriarcado, llevamos en la espalda la sombra de los tiempos en que las mujeres fueron perseguidas y quemadas en las hogueras por ser, simplemente, sanadoras, conocedoras de los secretos, sabias. Y esta sombra la han llevado y nos la han dado como herencia nuestras abuelas y las madres de éstas (y así atrás, atrás hasta llegar al momento clave de esta historia, la Edad Medieval). Y no es que nuestras abuelas y madres quisieran entregarnos este “regalo”, sino que hasta hace muy poco tiempo este tema era tabú y, por tanto, ellas tampoco habían tenido la oportunidad de sanar su femenino ancestral.
Tenemos que ser conscientes de algo importante. Cuando hablamos de la caza de brujas estamos hablando de que persiguieron, acusaron, torturaron y quemaron a nuestras tatara- (aquí todas las generaciones)- abuelas. ¿Cómo no íbamos a llevar este hecho grabado en nuestro inconsciente? ¿Cómo no nos iba a dar miedo la oscuridad, la muerte?
Es la herencia del patriarcado, y una de las heridas femeninas más graves.
La sociedad en la que vivimos aún relaciona la palabra “bruja” con el mal, con ser lo peor de
lo peor, está grabado y bien grabado en el inconsciente colectivo de todxs.
Párate a pensar si alguna vez alguien te ha llamado “bruja” (apuesto a que sí). Ahora reflexiona: ¿en qué contexto?, ¿era una adulación o una crítica?
Uno de los pasos para empezar a sanar esta herida es cambiar el aura negativa de la palabra “bruja”. Bruja es la mujer sabia, conocedora de su poder y de su singularidad, que trabaja con los ciclos de la naturaleza y que, mediante su intuición, es capaz de prever ciertos aspectos de la vida.
Así que, la próxima vez que alguien te llame así, con intención de ofenderte, puedes defenderte (y perpetuar así el sistema de creencias patriarcales) o, como eres una mujer sabia, Y LO SABES, puedes mirarle a los ojos, sonreír y afirmar: “Sí, lo soy. Gracias por darte cuenta.”
El miedo a la muerte y a la oscuridad no son más que efectos colaterales de la Inquisición, de la abolición de las mujeres sabias. Éstas no dejaron documentos escritos con sus recetas, pócimas, secretos, etc., ya que en esa época la alfabetización era única y exclusivamente materia de curas, escribas… el personal de los conventos. Por tanto, como os podéis imaginar, conocemos a nuestras abuelitas del Medievo por los escritos de sus acusadores. Los preceptos de la Iglesia fueron los que se impusieron y llegaron hasta nuestros tiempos, por lo que los conceptos de “oscuridad” y “muerte” llevan consigo la ideología cristiana más la memoria ancestral inconsciente respecto al terror que vivieron esas mujeres, y sus familias.
Pero este hecho no tiene por qué seguir siendo así, las mujeres del presente, los úteros de la Madre Tierra tenemos el poder en nuestras manos para ir sanando estas memorias e ir conociendo las verdades y ventajas de la
oscuridad: un ejemplo es la necesidad de descanso, de hacer “cueva” durante nuestra luna (menstruación), para salir renovadas y empezar el ciclo como nuevas. Hecho que nunca se nos ha explicado, ¿será que el rechazo por la menstruación tiene algo que ver con el rechazo a la oscuridad? Ahí os lo dejo ;)
Luneras, os dejo aquí el enlace a una entrevista muy, pero que muy recomendable a Silvia Federici, experta en la caza de brujas y estudiosa de las repercusiones de este hecho al mundo actual. No dejéis de leerla, por favor, ¡os abrirá mil luces…
Y sombras!
Asi sea
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